Por Guido Calderón
Hace 3 años una enfermedad viral me atacó con úlceras crónicas. Los antibióticos dañaban mi hígado y tantos medicamentos me quitaron las defensas. Media docena de veces acudí a Emergencias a inyectarme hidrocortisona cuando me picaba un bicho; o en pocas horas moriría asfixiado. Dejé de ir a la Amazonía. Mi expectativa de vida era de pocos años no muy agradables.
Al iniciar el aislamiento, llamé a mis hijas a pedirles perdón por lo mal padre que he sido; sabía que no sobreviría a la pandemia. Sin defensas la muerte solo necesitaba una fecha.
Empecé a leer sobre el diox ido dec loro (DC en adelante). Vi muchos testimonios y al buscarlo en Ecuador, encontré muchas imitaciones, falsificaciones y gente tonta que toma cloro. Como que te dicen que te falta hierro y vas a una mecánica y tragas limallas. También hay una campaña millonaria en su contra. Conseguí una excelente proveedora que calmó mis miedos e ignorancia. Elizabeth y su equipo son fantásticos.
A los 6 meses de consumir DC, estoy sano de mi enfermedad. Tampoco me contagio de gripe común. He dejado todas las medicinas. Hace 2 meses viajé a New York en aviones llenos al tope. Hace unas semanas en Puyo, me picó una avispa y ya no me enronché, recuperé mis defensas.
Los exámenes de sangre me dicen que mi hígado, que lo tenía graso nivel 1, está limpio. Los riñones están bien. Mi esposa pidió que le revisen los anticuerpos y sí los tiene; es decir, ya se contagió y no tuvo síntomas; a pesar que nuestro aislamiento fue severo; sin embargo, el virus entró y salió de mi hogar sin contagiarme.
Me apena que tanta gente muera, sufra o gaste dinero que no tiene, para superar una enfermedad que con el DC no llega o si llegó se controla con facilidad y a un costo irrisorio. Lo incomprensible: cuando 10 Obispos de Ecuador, pidieron al gobierno que autorice su uso; la respuesta fue cárcel a quien comercialice el DC verdadero; los falsos si dejan que circulen.
A los 60 tengo la vitalidad de hace 20 años. Trabajo fuerte, voy y vengo de la Amazonía pasando un día, escribo, viajo, tomo fotos, cocino y ayudo a gente con problemas emocionales. Sé que nadie tiene la vida comprada -yo menos- pero disfruto de la idea que hay muchos años para aprender y compartir.
En el aislamiento aprendimos a hacer esculturas de cemento, hicimos 9 a la entrada de nuestra hostería en Baños, destino de naturaleza, reactivado al 100%. Además estudié digitalización turística, lo que benefició la pronta reactivación de mis negocios.
Mejoré la fabricación de licor y ahora tengo una presentación de Jaguar Azul de 80 grados.
También estoy inmune el veneno que nos inyectan los medios de comunicación; al pánico en que los políticos y burócratas de turno quieren que vivamos para depender de ellos, sin cuestionarlos.
Me vacuné contra la desinformación, el desaliento y las ideologías que dicen dar derechos a cambio de nada. Fue una buena pandemia. /GC.