jueves, mayo 22, 2025
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Turismo a la narrativa

Guido Calderón

El gobierno de Daniel Noboa enfrenta un reto que va más allá de lo económico o político: se trata de una batalla cultural que definirá si su administración puede avanzar sin quedar atrapada en el ciclo de polarización y conflicto que ha marcado al país en los últimos años. Esta lucha no es sobre ideologías de izquierda o derecha, sino sobre qué narrativas dominarán el imaginario colectivo y con ello, qué tipo de país se construirá en los próximos años.

Ecuador ha vivido décadas de discursos enfrentados. Por un lado, sectores de izquierda han logrado instalar la idea de que el Estado debe ser el gran protector, incluso cuando eso significó endeudamiento y corrupción. Por otro, algunos actores han reducido el debate a un choque entre “neoliberalismo” y “socialismo del siglo XXI”, como si no hubiera espacio para políticas pragmáticas que prioricen resultados sobre dogmas. El problema es que esta polarización ha dejado poco margen para construir consensos, y sin consensos, no hay gobernabilidad sostenible.

Para romper este ciclo, el gobierno debe ganar la batalla de las ideas sin caer en el mismo juego de descalificaciones. Esto implica, primero, recuperar un lenguaje que una en lugar de dividir. Palabras como “pueblo”, “soberanía” y “justicia” no pueden ser monopolio de la izquierda. El verdadero progreso se mide en empleo digno, seguridad ciudadana y oportunidades reales, no en discursos grandilocuentes que luego chocan con la realidad. Segundo, es clave desmontar mitos con datos, no con ataques. Si el correísmo habla de “defender al pueblo”, hay que recordar, sin ánimo de revancha, cómo su gestión multiplicó la deuda. Si la CONAIE se presenta como guardiana de los derechos indígenas, hay que preguntar por qué muchas comunidades siguen en pobreza después de décadas de protestas.

Pero esto no puede quedarse en una estrategia reactiva. El gobierno debe construir su propia narrativa, una que conecte con las aspiraciones de la gente común: padres que quieren educación de calidad para sus hijos, jóvenes que buscan empleo, comerciantes que necesitan seguridad para trabajar. Historias concretas, no abstracciones ideológicas. Para ello, las redes sociales son un campo clave: en lugar de dejar que la desinformación domine, el Estado debe comunicar con claridad, sin tecnicismos, y aliarse con voces independientes que amplifiquen logros sin caer en la propaganda.

Un elemento crucial que suele olvidarse es que, a más desarrollo, menos violencia. Las sociedades con oportunidades reales son menos propensas al conflicto. No se trata de justificar la represión, sino de reconocer que la falta de empleo, educación y esperanza alimenta la violencia. Si el gobierno logra que la economía crezca, que las calles sean seguras y que los servicios básicos mejoren, el discurso del enfrentamiento perderá fuerza por falta de combustible.

El gran riesgo para Noboa no es solo la oposición política, sino quedar atrapado en la lógica del corto plazo, donde cada medida se explica solo en términos técnicos y no como parte de un relato más amplio. Ecuador no necesita más héroes ni villanos, sino un proyecto claro que trascienda gobiernos y partidos. Si la administración actual puede articular ese mensaje y, sobre todo, respaldarlo con acciones, tendrá una oportunidad real de dejar atrás la era de la polarización y sentar las bases de un país más estable. La batalla cultural no se gana con decretos, sino con persuasión y de su resultado dependerá si los próximos cuatro años son recordados como un tiempo de paz y progreso; u otro ciclo de frustración y violencia.

Este contenido ha sido publicado originalmente por EL COMERCIO.

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