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viernes, marzo 29, 2024

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REDES SOCIALES REDEFINEN EL TURISMO

Por Guido Calderón

Tenemos una pandemia digital que es más contagiosa y peligrosa que la viral. Las cuarentenas nos arrancaron parte de nuestras vidas reales y las reemplazaron por un infinito virtual, para muchos – en especial los más jóvenes- más importante que contemplar un amanecer, abrazar a un familiar o caminar por el bosque.

El turismo, principal afectado por la pandemia, ha debido redefinirse, reinventarse en función de las nuevas experiencias visuales que demandan de los turistas, en especial los milenios y sus celulares, usados no para tomar fotos, sino para “tomarse” fotos; la “selfitis” marca una gran diferencia en el diseño de habitaciones, restaurantes, piscinas y más servicios o atracciones, que deben ajustarse a lo que cabe en la pantalla del celular; todo lo que queda fuera no existe.

Los miradores en hermosas montañas, solo tienen afluencia de público, si se adecúa un sitio donde las personas aparezcan en primer plano y tras de ellos la naturaleza que deja de ser protagonista, para convertirse en simple fondo de esta codicia por unos “likes”, que son los que generan la dopamina, los que nos hacen felices y ya no el viaje en sí mismo ni los acompañantes.

Los hoteles ahora debemos adecuarlos para que los huéspedes se tomen fotos especiales con ellos en primer plano; sin estas experiencias virtualizables, podemos ver mermadas las visitas.

Las selfis reemplazaron a las emociones y las palabras; mientras más exótica, monumental, portentosa, ostentosa o paisajista la autofoto, más dice lo felices y afortunados que somos. En redes sociales, todos somos felices, con cutis perfecto, no envejecemos; solo buscamos llamar la atención que confundimos con solidaridad, amor, admiración; pero solo es efímera e inútil atención; bueno, a veces no tan inútil, también hay de la malsana, la que dan rienda suelta los analfabetos emocionales; que, por un plato de sopa fría, piden y exigen al resto de la humanidad, que jamás vayan a un restaurante.

La reputación online de los hoteles, pende del humor y sobre todo de la humanidad de los turistas, y esto último es cada vez más escaso, hemos perdido la empatía; es decir, ponernos en el lugar de otro. Muchos disfrutan insultando al mesero, llamando la atención a los demás para que entiendan que somos muy importantes como para armar un escándalo y Dios les libre de mi venganza virtual: usaré todos los adjetivos descalificativos para acabar con el negocio que no supo estar a mi altura.

Acabar con la r

Por Guido Calderón

Tenemos una pandemia digital que es más contagiosa y peligrosa que la viral. Las cuarentenas nos arrancaron parte de nuestras vidas reales y las reemplazaron por un infinito virtual, para muchos – en especial los más jóvenes- más importante que contemplar un amanecer, abrazar a un familiar o caminar por el bosque.

El turismo, principal afectado por la pandemia, ha debido redefinirse, reinventarse en función de las nuevas experiencias visuales que demandan de los turistas, en especial los milenios y sus celulares, usados no para tomar fotos, sino para “tomarse” fotos; la “selfitis” marca una gran diferencia en el diseño de habitaciones, restaurantes, piscinas y más servicios o atracciones, que deben ajustarse a lo que cabe en la pantalla del celular; todo lo que queda fuera no existe.

Los miradores en hermosas montañas, solo tienen afluencia de público, si se adecúa un sitio donde las personas aparezcan en primer plano y tras de ellos la naturaleza que deja de ser protagonista, para convertirse en simple fondo de esta codicia por unos “likes”, que son los que generan la dopamina, los que nos hacen felices y ya no el viaje en sí mismo ni los acompañantes.

Los hoteles ahora debemos adecuarlos para que los huéspedes se tomen fotos especiales con ellos en primer plano; sin estas experiencias virtualizables, podemos ver mermadas las visitas.

Las selfis reemplazaron a las emociones y las palabras; mientras más exótica, monumental, portentosa, ostentosa o paisajista la autofoto, más dice lo felices y afortunados que somos. En redes sociales, todos somos felices, con cutis perfecto, no envejecemos; solo buscamos llamar la atención que confundimos con solidaridad, amor, admiración; pero solo es efímera e inútil atención; bueno, a veces no tan inútil, también hay de la malsana, la que dan rienda suelta los analfabetos emocionales; que, por un plato de sopa fría, piden y exigen al resto de la humanidad, que jamás vayan a un restaurante.

La reputación online de los hoteles, pende del humor y sobre todo de la humanidad de los turistas, y esto último es cada vez más escaso, hemos perdido la empatía; es decir, ponernos en el lugar de otro. Muchos disfrutan insultando al mesero, llamando la atención a los demás para que entiendan que somos muy importantes como para armar un escándalo y Dios les libre de mi venganza virtual: usaré todos los adjetivos descalificativos para acabar con el negocio que no supo estar a mi altura.

Acabar con la reputación online de un negocio hoy es muy fácil, pero no tener reputación es igual de terrible; de hecho, sin reputación lo más probable es que sea un negocio falso, una estafa o algo realmente malo.

Todo negocio, sea turístico o no, si no está digitalizado corre peligro de desaparecer, eso lo entienden los milenios que administran muchos negocios, pero no lo creen sus padres, que aún están vivos y son los propietarios reacios a dar presupuesto para la promoción virtual. /GC

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