martes, octubre 15, 2024
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Turismo bélico

(Global).- ¿Por qué un muchacho europeo de familia acomodada se paga un viaje miles de kilómetros para ir de ‘voluntario’ a una remota aldea amazónica y pasar varios meses de penurias, mala comida, bichos, enfermedades y peligros de la selva,  para apoyar el nacimiento de un refugio de vida silvestre? ¿Por qué jóvenes de los países desarrollados dejan la comodidad del Primer Mundo para ir de combatientes a Ucrania o al África musulmana, a defender causas que no son las suyas, en culturas diferentes, con idiomas que no hablan, en territorios que desconocen?

Siempre alentamos a los jóvenes a descubrir el mundo, a viajar, a abrir sus alas y nutrirse de una cultura universal, porque asumimos que el turismo es la única forma de conocer nuevas culturas y regiones, pero la realidad  ha sido diferente.

Los seres humanos desde siempre han tenido motivos menos románticos y educativos para desplazarse: invasiones, plagas, sequías, limpiezas étnicas y, claro, guerras, como las actuales, donde un joven vestido de negro, hablando un árabe con claro acento inglés, degolla ante una cámara a un periodista norteamericano, para el deleite de la prensa amarillista de todo el planeta, para justificar nuevas invasiones que ya habían sido descartadas y para que se dispare el valor de las acciones de los fabricantes de armamento, que hoy por hoy no puede tener un mejor momento en el planeta, con guerras en el tercer y segundo mundo, que rebosan las chequeras de los inversionistas del Primer Mundo.

Visitar un país con chancletas en vez de con botas, como lo dice ese filósofo del turismo, el español Luis Callejón, es una opción que empieza ceder terreno ante los fanatismos que inducen a asesinatos filmados o coche bombas suicidas frente a invasiones y bombardeos que estrenan la más alta tecnología de guerra. A esto súmese la vieja guerra de las drogas que se toman nuevos países, que usan las tecnologías para expandir los consumidores. El movimiento de capitales que genera el narcotráfico es tan intenso como el de las personas que involucra su operación.

La ‘Primavera Árabe’ sacó al norte de África del mapa turístico; la guerra en Palestina e Israel aleja a los creyentes de la Tierra Santa; el ébola elimina al occidente africano; Ucrania aleja el turismo de Europa oriental; las sanciones contra Rusia no favorecen visitarla; Venezuela tiene problemas de conectividad aérea; Centroamérica, presa del capitalismo más depredador, incide en inseguridad, mala vialidad y servicios básicos pésimos; solo México es un milagro donde su turismo crece tanto como la violencia de los carteles.

Los sitios donde practicar un turismo de paz se hacen escasos. Cuidemos de no violentar la imagen de nuestro país, cuidemos y difundamos que aún podemos ofrecer un turismo de bienestar, de naturaleza, un turismo consciente.

“Son los traficantes de la muerte, necesitan de los conflictos para colocar su producción de armas. Ahí tenemos, por ejemplo, el conflicto en Irán, en África, la situación del Medio Oriente, la dictadura que tuvimos en América Latina, la guerra y masacre de Ruanda y el Congo, con más de tres millones de muertos”, profundizó. (Guido Calderón, TRAFFIC)

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